Llevo dos semanas menos dos dias siendo absoluta y completamente feliz; a pesar de cualquier improvisto, en ultima instancia en cualquier momento de este periodo de tiempo, he sido feliz. Gracias a la musa Talia, gracias a mis compañeros, a mis profesores, a la escuela, a la música y al arte en si. Gracias a esto he sido feliz.
No es felicidad, es vida. Sin bambalinas, ¡no hay vida! Solo actuación. Pretender que la vida que llevo puede llegar a ser completa sin estar detrás del telón, que puedo llegar a sentir llena sin pisar un teatro.
Te das cuenta en un paso.
El
paso exacto en el que la música ha empezado a sonar, el paso exacto en
el que el público ya es visible desde tu posición, el paso exacto antes
de entrar a escena. Ese en el que sientes que vas a vomitar, No hay
nervios, no hay tiempo para pensar en esas tonterias, simplemente es
como el momento en la cima de una montaña rusa justo antes de descender a
velocidad de vértigo. Siempre esta esa sensación, da igual las veces
que te hayas subido al escenario. Todo en un paso. Y de repente pones el
pie en el suelo y dejas de ser quien seas, Noël, Carla, Míriam... Eres
tu personajes, no hay mas que la escena que pisas, los compañeros que
ves y murmullo y presencia de conciencia en forma de personas en la
platea. Diversión, excitación, complicidad y la oportunidad de cambiar
de piel. Y Todo se acaba, como cualquier paseo en una montaña rusa que
te encanta; y se ha hecho demasiado, demasiado corto. Y vuelves a la calle.
La pregunta ahora es... ¿Es esto una pausa hasta que te vuelvas a subir a esa vertiginosa rueda de emociones, o es una vuelta a tu escena particular?
... Tienes dos meses para decidirlo ...
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