Empezamos la ronda.
En el bando número uno: Dos hermanos que no se hablan, dos que no son la esposa ideal, chavales sueltos que no saben que hacer y fantasmas sobre la mesa. Monstruos que susurran cosas tremendas por debajo de las gambas y el chispeante cava. Miradas que matan reflejadas en cubertería de plata, sonrisas enfundadas en telas y alguna gasa. Plástico, comprado, momentos vacíos, siempre igual.
En el bando número dos: Risas que se clavan como espadas, cada vez más diestras, cada vez más burdas y toscas, será por la última copa? Pasa otra más... Hermanos, eso une más que la sangre, porque no es solo sangre es siempre algo más. Y mientras tanto madres que pierden la cabeza, cónyuges que no se presentan, que no se soportan, que dirán adiós; niños con demasiado mundo interior, niños con demasiado mundo exterior, demasiada realidad. Y mientras un gato bajo la mesa, esperando merendar.
En el bando número tres: Respiramos realidad, nos acurrucamos en el paisaje, en el buen humor, en el nuevo año... Ya casi parece una nueva piel, a veces demasiado estrecha. Nos disculpamos, nos abrazamos, nos preguntamos por que no nos vemos más a menudo, nos contamos batallitas y las fiestas se acaban. Poco a poco, cuenta atrás, pero eso no le importa a quien duerme en el sofá.
Y luego en el cuartel general el aire es distinto, es difícil y especial, todo invita a la reflexión, a pensar porque las sensaciones cambian, pero por qué los olores nos traen recuerdos, por que nos tiene que pasar a nosotros y que más dará.
Y el tiempo pasa pastoso pero rápido. Corred. Descansad. Felices fiestas.
No quiero ni pensar en lo que escribirás cuando tengas 30, ratona mía. Te quiere (y en Navidaaaad muchoooo máaaaas), tu...
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