Siente el vacío en sus pies, entre palé y palé. Baja la cabeza, demasiado nerviosa para levantar la mirada, demasiado orgullosa para reconocerlo.
Pero ahí estaban, las puntas de sus dedos,
temblando ligeramente.
Mirando la escena tres personas en un sofá. A sus lados otras dos. Tres y tres en simetría.
Aprieta los puños y empieza la música.
Los músculos se relajan, la mirada se pierde y pequeñas corrientes eléctricas recorren el cuerpo entre movimiento y movimiento.
Inspiración.
Ella levanta la cabeza con la certeza de estar en otro mundo, en su esfera, en su ambiente.
Un espía.
Dos miradas que se cruzan, sabiéndose conscientes de estar en el mismo plano, onda y lugar.
La intimidad hecha instante aun con la distancia entre los dos. Oscurecer la estancia, en los bordes de la mirada,
viendo de repente,
solamente,
al cómplice intruso.
Frente a frente.
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