14 jul 2013

Llaves.

Se abren,
se cierran cosas.

A veces una se pregunta si esa vieja puerta nunca dejará de chirriar,
por mas aceite que se le tire.

También a veces me pregunto por la existencia de esa llave maestra
que no abre todas las puertas,
pero si todas aquellas que son buenas para ti.

Me pregunto si sirven de algo los portazos,
cuando realmente sirve tan poco encerrar a alguien.

Si la gran puerta de los demonios se podrá cerrar con ayuda.

¿Y cuando alguien no cierra bien una puerta?
Los ambientes se mezclan hasta que el resultado es insoportable,
Caos.

¿Y cuando se fuerza una puerta?
Fuego.
Hielo.

Cuantas llaves y que pocas son reales...
Porque hay puertas, que no llevan a ningún lado.

9 jul 2013

El paso.

"Quedarse con lo bueno,
Que manida queda la frase. (Y como siempre que maldita gran verdad.)"



De pequeña vivía asustada, pero (Como esto no es un concurso de autocompasión diré que) llegado el momento me cansé de vivir asustada. Me sabía débil, aunque es una cosa que no suela decir a menudo, pero no es tan terrible como suena.
Yo sé que tengo valor. Por ejemplo, tengo visión, se que las cosas están mal, que hay que cambiarlas. Pero yo no me siento capaz, las grandes cosas no tienen porque pasarme a mí y, nadie sabe mejor que yo lo mal que nos llevamos la frustración y yo (eh, vieja amiga?). Pero creo que tengo el valor de dar mi fuerza a aquellos que si que pueden cambiar las cosas, porque de verdad conozco a grandes personas.

Pero después de una larga conversación, llena en si misma de frustración, una conversación en que las ansias de hacerme comprender transcendieron la necesidad de guardar este secreto, dije todo esto en voz alta. La reacción de la otra persona me frustró aun más, insistía en que me infravaloraba.

Y me di cuenta después de algo. Aunque ha tenido que ser mucho después.


Yo tenía razón, no me infravaloraba: si pensaba así, tenía ese valor. Pero realmente me di cuenta de que tan solo era un (pobre) mecanismo para no tener que lidiar con toda esa frustración, y porque no decirlo, con todo ese miedo que aun llevaba dentro. Miedo de caer, de fallar, de ser de verdad Débil.
Había disfrazado mi miedo con una incapacidad que parecía real por vestir de "verdad incómoda que nadie admitiría y por tanto si se dice ha de ser forzosamente una verdad" y que me hacía parecer una persona medianamente "fuerte" por admitir mis limitaciones.
Afortunadamente este curso (diga lo que diga la gente) me ha servido de mucho por conocer a autores como Manuel Castells, Niestzche o Platón. Bueno y Ortega un poco también. Pero lo que iba a decir es que se me había olvidado que una persona realmente es débil, impotente, cuando se convence a si mismo de que no puede hacer nada al respecto, de que fracasará haga lo que haga. Se me había olvidado que el fracaso sirve para algo y que si la gente se arriesga es para algo.
Si pierdo, significa que ese no es el camino, pero que hay doscientosmil más que probar y algún otro más se me ocurrirá; y si gano... Bueno, sería Ganar. Se me había olvidado que con el método de ensayo y error se salvaron muchas vidas.

Así que he decido dar un paso, y otro más, porque él también tenía razón, me infravaloraba por creer que mi presente sería mi futuro; estaba estancada y ha llegado el momento de moverse, vamos a dar un paso. Vamos a arriesgarnos.
Por que si fallamos volveremos a intentarlo de otra manera, y si lo conseguimos... Lo habremos conseguido.
Y si al final de la vida no he conseguido nada... Bueno pues entonces ya veremos, porque hasta entonces hay mucho tiempo si tenemos suerte, y no hay que adelantar acontecimientos. Pero si llegado un momento, el momento final, no he conseguido lo que quería, no lo he encontrado a pesar de intentarlo por todos los caminos que he podido escoger,
si lo he intentado todo cono todo mi ser,
quizás no consiga lo que venía buscando, el cambio,
pero quizás justamente eso me haga Fuerte,
y ¿No es, después de todo, lo que venía buscando desde un principio?

Así que gracias a  mi madre por sus consejos,
a Pablo por sus conversaciones,
a Míriam por prestarme su cámara,
y al gobierno de España 
por no haber quitado (aun) la filosofía como materia obligatoria,
(no lo hagan, sería un grave error, nos estancaríamos,
aunque claro, si eso es lo que quieren...)

Movámonos.
Paso firme, no nos puede esperar nada peor,
y hasta los errores,
nos hacen estar más cerca de nuestros objetivos.

Somos lo que queda después de una ruptura.

Hace mucho que quería escribir esta entrada, pero la verdad es que no es fácil. Para nada.
Pero hoy me siento triste, llevo varios días así, no se lo que me pasa, subir escaleras es complicado y cansado y esta escalera es muy alta.
Quizás es que abrir la caja de los demonios encerrada en Jane Eyre no me ha venido tampoco muy bien y quiero remediarlo.

Quería escribir que somos lo que queda tras una ruptura. No hace falta que esta sea tras una relación amorosa, simplemente la perdida de alguien del que eras dependiente en varios sentidos, porque aquí la ruptura no es tanto para con la otra persona sino para con tu rutina, contigo mismo y con tu vida anterior.

No voy a hablar del hecho de la perdida, Dios sabe que eso es pedirme demasiado, pero quiero hablar de lo que pasa después. Podemos, después, creernos fuertes pero sentirnos débiles y automáticamente encadenarnos a otra persona para borrar a la anterior, una tras otra hasta que tengamos que replantearnos nuestras opciones, aunque la verdad es que hay gente que nunca llega a replantearselas. Hay gente que entra en un ciclo de relaciones en las cuales pide más de lo que puede y que da más de lo que tiene, gente que no conoce su propio valor y necesitará de la otra persona para que se lo recuerde constantemente. Es una carga que ninguna de las dos personas podrá soportar mucho tiempo en una relación, no sin derrumbarse, no sin acabar llorando en un sofá en vez de haciendo el amor.

También podemos después creernos débiles y sentirnos miserables, caer en una profunda depresión, que nos deja inútiles (no-útil, exactamente eso.) sin capacidad de acción, nos anulamos a nosotros mismos, nos perdemos en la perdida, en shock "gracias" a un mazazo emocional que nos ha dejado en el suelo y amenaza con arrastrarnos físicamente también.

Hay otra opción, complicada, que siempre estamos a tiempo de tomar, no importan los años ni ls relaciones pasadas y que solo dependen del valor propio y personal porque trata justamente de eso, de redescubrir tú valor único. En esta opción debemos asumir que no estamos "hechos" para estar con otra persona, al menos no aparte de nosotros mismos. Somos nosotros lo que en plenas facultades mentales y físicas decidimos darnos a otra persona, pero no porque nadie lo diga, nadie que no sea nosotros puede poner esas palabras en nuestra boca. Y es que ¿Si no se tiene amor propio, que amor pretendes compartir con otra persona? Una persona que quiere a otra sin quererse a si misma, requeriendo entonces su amor propio creará una carga tan grande a su compañero que no será capaz de soportar a no ser que el no busque lo mismo, lo cual tampoco suele traer buenas consecuencias.

El amor, amar a una persona, no debería ser depender de ella sino apoyarse en ella. Tener complicidad, intimidad y entendimiento mutuo. Ganas de compartir algo juntos y de esforzarse por ello. Así, llegado el momento, podríamos sobrevivir si la relación simplemente no llega a más.

Porque solo nosotros somos dueños de nosotros mismos.
Y esa es la verdadera dignidad,
el verdadero valor humano.

Quererte con  tus virtudes y tus defectos,
Luchar por ser tu mejor yo,
Atreverte a ofrecer tu mejor yo al resto de las personas,
Perseverar y no cerrar tu corazón ni tu mente
ni a las experiencias ni a las personas.
Y a pesar del pasado,
mirar con Esperanza el futuro.