24 oct 2014

Confesiones a Medianoche

Voy a hacerte una confesión, una de esas que nos atrevemos a hacer por los años, por la confianza, porque sabemos que solo serán seguidas por una sonrisa (triste, cómplice, un símbolo de reconocimiento y compresión.)

Si alguna vez me caso y si bailo luego un vals, (aunque la verdad es que con las pocas probabilidades que tengo de casarme, si lo hago me aseguraré de bailar luego un vals.) es muy probable que me ponga a llorar. Que empiece como una simple lágrima y se descomponga luego como un vendaval.

No te preocupes que lo callaré rápido; que lo volveré a meter dentro; que nadie se dará cuenta.
Les diré a todos que fue la emoción del momento, que es que la felicidad se me ha metido en el ojo o algo así. Y me reiré, y a abrazaré a quien baile conmigo, muy fuerte, muy muy fuerte.
Pero por dentro (y te lo digo porque quiero que lo sepas), ahí donde guardo el vendaval habrá una parte de mi, esa que ha trastabillado al bailar; que seguirá en coma con lágrimas hasta en la boca.

Porque yo quería bailar contigo, aunque sea una rabieta de niña pequeña; quería bailar con mi mejor amigo.
Y tú solo estabas allí,
donde guardo el vendaval.




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