5 may 2013

Onirismo.

No saber en un sueño si lo anteriormente soñado,minutos antes, fue un sueño en el sueño.

Cierro los ojos y le veo sentado junto a mí, de repente, en un parpadeo, estoy sentada encima suyo, y nada importa, nadie nos ve, nadie lo nota. Le robo un beso, uno pequeño. Y me sabe a gloria. Quiero más de Él, lo quiero Todo de Él. Siento sus manos bajando por mi espalda, siento su respiración en mi boca, mis manos enredarse en sus rizo. Él, como siempre, pero ahora, para mí. Con el tacto de su rostro, el olor de su cuello, besar el color de su piel, sentirle a través de su ropa, la de siempre; pero a centímetros de mi.

Cambio de imagen, (¿Lo habrá soñado?), camina por la calle con una amiga, hace un día de claros y oscuros, la pared de cal blanca parece sucia con las nubes sobre ella, la puerta verde jardinero parece brillar con ese típico esmalte barato. Entran en un bar de mesas de mármol y sillas de metal, retorcido. La entrada es estrecha, las mesas están casi pegadas entre ellas, parece que el cualquier momento las sillas adosadas a cada mesa fuesen a chocas con sus homónimas de espaldas. Un mar de metal negro y en un oasis de sal, míralos allí, el con un amigo de profesión, riendo sin más. ¿Que estarán tomando?
Uno de mis compañeros hace hablada su presencia "Mira, si están esos ahí". Pero nada, algo parecido al entusiasmo, electricidad, hace círculos en el estómago. Diriges la mirada hacia el suelo, no vaya a ser que esta te traicione, nunca  le has dejado hablar por ti en momentos en los que te pueda fallar. Con un gesto de indiferencia te encoges ligeramente de hombros, mueves la silla y te sientas. "bueno, y que más da" le respondes al amigo que aun mira fijamente el oasis de sal. Pediremos un café y mientras pensar si lo que se ha vivido antes es un sueño.

Con la cabeza gacha salir del bar, mis amigos y yo, y yo acabo por quedarme atrás, demasiado cansada mentalmente como para caminar, el polvo se levanta del camino de tierra seca, ahora el sol ilumina y casi ciega desde los reflejos.

No te paras pero observas como la casa de cal ahora deslumbra, como la puerta verde ahora parece casi desvencijada, incluso la madera asoma bajo la pintura agrietada, amarillas astillas secas después de demasiada humedad. Parece que el brillo que tuviese antes tan solo se lo hubiese dado una lluvia oportunista. Y una mano te coge desde atrás, notas su fuerza, notas como te para en tu camino, se cruzan algunas palabras con demasiadas cosas escondidas por miedo, retenidas por la respuesta de la otra mitad. Pero lo que importan son los ojos, esos que brillan sumergidos en recuerdos, en la visión de  en frente, esa otra mitad. Una alegría súbita al saber que no era un sueño. Corréis, os escondéis, en una pequeña casa de cal, otra cualquiera, llena de polvo seco, con muebles viejos, destartalados. La luz se cuela, cómplice, tímida pero luminosa, por las ranuras de la puerta de madera y goznes de metal. Hay un colchón rectangular  lo movéis y sale humo blanco que no veréis, porque estáis enzarzados en un beso. Caéis en el colchón, uno encima de otro, ¿Cuanto tiempo llevabais queriendo hacer esto? Seguid, seguid, que no hay nada más importante que mirar.
Caminas por la calle, piensas en que ha sido verdad, piensas en contárselo a una amiga, siempre la misma anécdota y ahora con el final que ella quiere, piensas en la conversación que tuviste con él, solo dos días han pasado, nunca se lo creerá así que no importa...

Caminas y caminas, por un lado del botánico, por el centro comercial, y te pierdes, y te perderás... ¿Aquello es el mar?...

Te despiertas.
Te giras en la cama.
Enfadada y con ganas de llorar, le quieres aquí. Ya casi da igual quien sea pero necesitas a alguien,
porque no quieres llorar. Por favor, no, no una vez más, no. No me dejes así de alto, no me dejes seca, no te lo lleves todo, no me dejes sola. No una vez más. Te abrazas en la cama, un sueño en un sueño, que cruel realidad, me siento traicionada por mi mente, dirás. Pero como cada domingo te levantarás de la cama y caminarás.


 

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