30 nov 2013

Fantasmas.

Me despierto y cuento las horas, las horas los minutos los segundos desde que llegó, y no conseguí arrancarlo de mí, desde que me permití darme el vicio de sumergirme en la voz y en las imágenes.
Y ahora dos manos me arañan el centro de la espalda.

Malditas palabras, maldito Daniel, maldita la foto y maldita la niña. Maldita, sobretodo, la sombra en la pared.

Como destrozar las barreras de aquello que se venía guardando, la fragilidad del pasado de una mente; asomarse al centro del universo pensando en una pequeña llama y ser devorada por un inmenso huracán.
Y yo aun tan pequeña, y tú, de repente, tan humano.

Adios al aire de los pulmones, se fue con el punto fijo donde se ha perdido la mirada. Vinieron los escalofríos mientras temblaba la pared, los tiros al cielo que bajaron certeros. Y acabaron costillas y manos aplastadas, desgarradas, porque no se puede tocar el centro de un atómo (aunque dormido, siempre) a punto de estallar.

Se habla de miedo, encerrado, ahora ronda suelto. Tu voz lo aviva, sí, me das miedo. Así que no me hables sin saber nada de ti, porque me destrozas, porque sin querer me veo, me veo y me destroza.





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